Karght viene de un linaje de personas dedicadas a guardar los objetos y pertenencias de su pueblo. Ser banquero siempre ha sido un honor y un prestigio para la familia Kyham, aunque esta se ha envuelto en problemas por su poca admiración hacia los Dioses. Es debido a esto que Karght conserva una ambiciosa codicia por las cosas hechas de oro, plata y demás metales preciosos, a lo igual que se ha desempeñado en aprender a, con estos materiales, labrar objetos los cuales muestra a casi todas las personas que conoce. Por eso mismo se ha vuelto una persona que busca materiales para desarrollar la orfebrería.
Hijo de uno de los banqueros más conocidos en el norte de Elmore, Karght vivió toda su vida bajo los lujos de su familia. Tuvo maestros personales que lo educaron en ciencia e historia, aunque cabe destacar que siempre se aficionó por tener un buen cuerpo: Para él, su físico es importante. Por eso mismo su padre lo envolvió en deportes extremos y, aunque para él era un orgullo, por otro lado temía que su hijo no siguiera con la tradición de su familia, la de ser banquero.
Año por año, Karght demostró que vivir de las pertenencias de los demás no era lo suyo aunque siempre que podía, visitaba a su padre para que le mostrara objetos de oro. Por eso mismo, su padre le consiguió un invaluable objeto de oro maciso, forjado antes del ataque orco. Éste era un tipo de collar único y exclusivo entre su gente, el cual llevaba con orgullo y felicidad.
A sus treinta años, Karght cumplió la mayoría de edad y junto con sus amigos fueron lejos a celebrarlo. Allí, se emborracharon día y noche con el abundante dinero que el padre de Karght le dio para que celebrara. Se contabilizaron entre ellos tres semanas de cerveza, cerveza.. Y más cerveza, tanto así, que Karght sintió tanto deseo por la cerveza que desde ese día, lo apodaron «Espuma», apodo que hasta el día de hoy, algunos compañeros le siguen diciendo.
Muy lejos de una terrible vida, Karght creció como cualquier otro enano: Sus dos vicios, emborracharse y tener objetos de oro los llevaba bastante bien y su vida era alegre, aunque como toda buena historia, tuvo que llegar la parte romántica.
Sí, Karght se enamoró. Era una joven de tan solo treintaidós años menor que él y estaba, como era de esperarse dichoso hasta el día que la joven partió con su padre a la suerte humana, donde meses después, supieron que fueron asaltados y asesinados por los orcos.
Desde ese día, Karght sintió un fuerte resentimiento por aquella raza, que si bien no tenía la culpa por algunos, él estaba cegado por la muerte de su amada y, para completar, la historia que tuvieron los enanos con los orcos. Es por eso que siempre que ve a uno, lo irradia una sensación de desagrado y molestia, por lo que hablar con ellos se torna perturbante e inoportuno.
Bebía, pensando en los rumores que día a día se escuchaban por la antigua Brigantia. Se hablaba de un pirata que ahora era líder de un gremio, de un combatiente que asesinó más de cien hombres con la misma arma. Un enano que cabó su propia tumba en estado moribundo y un largo etcétera. Forseti, el tabernero, sabe mucha de esas historias y cuando no hay mucha gente con la cual hablar, las cuenta con total sabiduría y madurez.
Se me acababa el dinero, mi barba ya estaba bastante sucia cuando justamente un hombre trajeado entró al bar, saludando a cada uno de los que nos encontrábamos allí. Me pareció totalmente inculto y fuera de contexto, además de que lucía con orgullo sus ropas. La humildad se le quedó en la casa.
Nos quedamos charlando, me contó que su nombre era Lurious y que era amigo del tan nombrado Thorgil Tormenta. Allí, entre tragos, me comentó de un golpe que estaba planeado y me pidió que fuera con él. El día me lo había dado: Todo estaba ya hecho. No iba a rehusarme, pues yo mismo estaba en contra de la forma en que los gremios llevaban la sociedad enana. Fue en ese entonces, cuando ví mi futuro. Sí, cuando ví qué sería de mí en tiempos lejanos. Ví una esperanza a una vida de aburrimiento y soledad.
El día había llegado, un gran número de enanos se conglomeraban en Brigantia. Había un aire tenso y los ciudadanos lo sentían, pues no muchos estaban en las calles. Al frente de la estatua de Maphr muchos enanos con vestimentas caras y buenas armas se encontraban esperando la hora apropiada. Esa hora llegó sin dilación y nos dirigimos al lugar donde hace décadas se asentaba Lockirin, la máxima autoridad de los gremios. Allí pacíficamente se le habló de que llegó una nueva era enana y que ahora él sería relevado de su cargo a las buenas.. O a las malas. El viejo astuto sabía qué era lo mejor para su pueblo, por lo que decidió darle el poder a los golpistas quienes ya pensaban en democráticamente votar por quién sería el nuevo Rey de la raza. No se podía tomar a la ligera y les dejaron un plazo para pensar.
Por la noche se supo por toda Brigantia los cargos del momento. Carlo Aberlay sería coronado Rey. Anya Garjh sería la Guardiana del Conocimiento. Idrin Khaz, sería el Guardian de la De y las Tradiciones. Thorgil Tormenta el Guardian del Mar y Garwulf Dulfgrom el Guardián de la Tierra. Así, los cinco anteriores líderes de cada gremio tuvieron potestad por todo el territorio enano y trabajarían tras la misma jerarquía.
La limpia noche permeaba el golpe que se dio a la ciudad de Brigantia. Los soldados estaban cada vez menos tensos y se tomaban confianza para hablar sobre diferentes tópicos. Yo me encontraba sin saber que hacer, como por ley de la ciencia me encontraba con mi arma enfundada en frente del lugar donde dirigentes hablaban. Esperaba un momento en el que pudiera encontrar alguna diligencia que me encargaran.
El momento llegó. Lurious, quien momentos atrás buscaba la pérdida de razón de algunas personas, me llamó para que lo siguiera y sin dudarlo dos veces, lo hice. Iba a paso rápido, divertido al parecer. Yo, en realidad, buscaba una broma y sostenía con fuerza mi cinturón, esperando el momento para caer en ella.
Salimos por un puerta extrañamente abierta y nos dirigimos a terreno firme. Empezaba a escuchar choques de espadas y sin dudarlo dos veces, dirigí mi mano derecha a mi espalda, sosteniendo allí el mango de mi mazo. Segundos después, Maese Tormenta y una mujer, con la que Lurious había discutido antes, se batían a duelo. Me extrañé y rápidamente solté el mango de mi espada, veía el fuego que el golpe de dos armas irradiaba. Me detuve metros antes de la contienda, Lurious no hizo lo mismo.
No sé qué sucedió, mas sin embargo, la mujer se distrajo con su presencia y Maese Tormenta, quien no se dio cuenta de lo sucedido, siguió luchando y la derribó al piso. Buscando honor, la mujer -que, ahora que pienso, creo que se llamaba Anya- se le echó toda la culpa a Lurious y Maese Tormenta se llevó a la derrotada, quedando tres enanos en el lugar.
Muradín le pidió la daga a Lurious, quien con una molesta cara terminó cediéndoselo. Espero lo peor: Traición e ir en contra de las normas enanas. A cambio de unos dedos mutilados o una cabeza decapitada, me pidió que le diera una lección para que no lo volviera a hacer. En realidad, Lurious ha sido uno de los pocos de los que me han acogido en la ciudad y fue molesto que me dijeran justo a mí que le golpeara, aunque hay que admitir que si algo me ha dicho el tiempo que lo he ido conociendo, es que es bastante tonto e inoportuno. Con un nudo en la garganta, desaflojé el hierro de mi guante y lo hice sobresalir de mis nudillos y le metí un fuerte golpe en la cara, abriéndole la mejilla con el hierro. Cayó derribado al piso, aunque no dudó en rápidamente levantarse. Momentos después, Muradín le dijo que la daga se la daría la persona que atacó, es decir, Anya, y se fue de la escena. Bajé la cabeza mirando a Lurious y me devolví a Brigantia. Tiempo después escuché el cerrar de la puerta, justo cuando Lurious se dirigía a enfermería.
Decidí ir a por una cerveza. Luego de las cinco más, andé hacia la enfermería, donde me encontré con Anya, Muradín, Maese Tormenta, Lurious y algunos otros enanos. Allí me senté en un banco mientras escuchaba la conversación la cual terminó con un penoso castigo: Que Lurious, desnudo, diera una vuelta por la ciudad. El enano bastante molesto por la decisión, bajó sus pantalones y ya desnudo, salió corriendo por una ciudad sin tantos habitantes en las calles por los anteriores acontecimientos. En ese momento, hablé con Maese Tormenta, quien sin dilación me nombró dentro de su batallón. Todo tan rápido, tan inesperado. Voltee mi cabeza y ví a Lurious desnudo volviendo a la enfermería. Sonreí y una vez más penetré mis pulmones del fresco aire de Brigantia. Terminé la conversación con Maese Tormenta y volví a la enfermería.
Mi padre rápidamente supo de que estuve en el golpe y que Maese Tormenta me había nombrado dentro de su armada. Él, sabiendo ya que yo no soy una persona de estar detrás de un escritorio de banquero o algo parecido, decidió darme un regalo que según él (y literalmente) me llevaría lejos. Fue entonces cuando me reuní con él y me mostró algo que hacía desde hace muchos años. Era un vehículo que funcionaba a base de carbón, el cual daba la energía a unas patas para andar de forma muy rápida y por casi todos los terrenos posibles. Me avisó que me serviría para mi futuro y me explicó como usarla. Me encontraba en ese momento feliz, era una obra increíble y ahora era toda mía. Le debo aún mucho a mi padre, pues siempre me ha querido como soy y ha demostrado que su amor es totalmente incondicional.
Como otro regalo, pero esta vez mi madre, me obsequió el casco que aún con orgullo conservo. De él sé lo que mi querida madre me dijo, que su significado iba más que un casco con alas, era el poder llegar al lugar más lejano, de poder ser el dueño de mi vida y mi mundo. Del saber que estoy respaldado por mí mismo y que soy totalmente libre de hacer lo que yo encuentre correcto. En el casco hay un lema insertado y respaldado por su significado: «Por el poder de la verdad, mientras viva, habré conquistado el universo».
En mi transcurso en Brigantia conocí a un oportunista llamado Bolter. Él, que se encargaba de minar carbón conocía muy de cerca el oficio de picar piedra y me llamó la atención el amor por un trabajo tan agotador como lo es ser minero. Por eso mismo me interesé en escucharlo y afortunada o desafortunadamente me prendió el gusto de la minería. Este amor por picar piedra me ha ayudado a tonificar mi cuerpo y poder llevar armaduras pesadas o resistir más a los golpes de mis enemigos. Y aunque mantengo mi mano derecha agotada, con la que cojo el arma -y por eso no hago el daño que debería hacer-, veo un fuerte aliado en el poder de mis armaduras y de mi fortificado cuerpo. Ese es mi estilo de lucha en la armada.
Lo que a mi primer parecer era un llamado inútil del Maese Tormenta, se convirtió en toda una expedición y el encuentro de grandes cosas por entre una abandonada e infestada mina al oeste de Brigantia.
Me encontraba en Oasis cuando apareció un mensajero, quien me sustentó su llegada al pasarme un mensaje escrito por el mismo Maese Tormenta. Abrí el mensaje y lo leí detalladamente. Hablaba de una reunión prioritaria a las cosas que estuviéramos haciendo en ese momento. La concentración sería en Brigantia, por lo que sin más dilación, le pedí a un guardia que me ayudara a llevar carbón a la Máquina. La coloqué en el lugar indicado y encendí el motor para rápidamente ir hacia la ciudad.
El viaje, que alcanzó a demorar varias horas, se dio por terminado cuando llegué por la puerta sur de la ciudad. Estacioné la Máquina y casi que corrí hacia el lugar de encuentro entre nosotros. Con una cara de felicidad presencié que había llegado temprano, así que entré al lugar y esperé a que el mismo Rey Carlo nos diera la orden de sentarnos. Eso sucedió y comenzó a hablar sobre la misión.
Trataba nada más ni nada menos de una expedición de una mina, la cual extrañamente había sido desalojada por los señores enanos. Se sabía que algunas bestias se hospedaron en los oscuros pasadizos de la mina: Algunas correrían de nosotros y otras nos atacarían, por lo que las armas eran esenciales en la expedición. Tras cierto tiempo de charla, todos salimos con mochilas ya antes cargadas para cada uno y para alistarnos, nos dejaron media hora.
En ese tiempo andé hacia el norte de la ciudad, donde recordando viejos amigos pedí humildemente el carbón que me ayudaría a ir hasta la cueva en la Máquina. Sin problemas me lo obsequiaron y me sirvió para que todo el viaje no fuera agobiante.
En la entrada a la mina habían dos guardias a la orden de Maese Tormenta que custodiaban el paso. Fueron cordiales saludos lo único que se cruzó entre ellos y nosotros cuando entramos a la mina. Ésta, carente de un fuego abrazador o una iluminación, espantaba al oírse agobiantes sonidos de animales caminando de allí para allá, bestias con hambre y con ganas de depredar todo lo que vean. Encendimos las antorchas, yo agarré con la mano que soportaba el escudo una, mientras con la otra apaciguaba mi mazo. Otros enanos llevaban también antorchas, aunque antes de comenzar el largo camino por la mina, Lurious avanzó sin ser visto y con poca luminosidad detectó las primeras bestias con las que nos enfrentaríamos.
Empezamos a caminar, al frente estaban Gron, Lurious y Maese Tormenta. Justo detrás de ellos el mismísimo Rey Carlo. Tras él, ambas enanas: Celeste y Helena. Y terminando la caravana, estaba yo junto a Maese Idrin, puesto que podíamos avisar cualquier problema que se presentara. El sonido del espadón de Maese Tormenta no duró en escucharse, en el suelo unas sanguijuelas nos atacaban con furia. Eran muchísimas y difíciles de matar por lo rápido que se movían, las dos enanas se acercaron a Idrin y a mí mientras Lurious, Gron, Maese Tormenta y el Rey Carlo espantaban a los agresivos animales. Sin embargo, los esfuerzos de los cuatro hombres no alcanzaba para amortiguar el número de sanguijuelas y una de éstas se subió al cuerpo de Helena. Presencié el grito de aquella enana y corrí hasta ella. Había caído al piso y más sanguijuelas se acercaban, por lo que frenéticamente comencé a ensartar mi mazo en cada uno de esos bichos. Cuando los demás se dieron cuenta de los aprietos, corrieron a auxiliarme y terminamos con la plaga.
Por el camino era fácil encontrar monumentos insignia hacia un desconocido héroe llamado Lucien, quien luchó contra una maligna plaga -probablemente las sanguijuelas- en las minas. El amor por este extraño héroe era frenético. Pudimos encontrar más de siete monumentos hacia Lucien en todo el camino, los enanos encargados de la historia hacen lo mejor que pueden para descifrar quién era él.
La mina no era nada más ni nada menos que una maravilla arquitectónica. La madera, que de por sí nos decía que era de hace siglos (quizás milenios) aún conservaba la mina y era su fuerza la que hacía que siguiera allí. Celeste, la carpintera, hablaba maravillada de éstas y aunque a no muchos le importaba, hay que admitir que era increíble lo que se vivía allí.
Llegamos a un puente. Éste no se veía del todo seguro, por lo que decidimos pasar uno a uno. Pasamos como veníamos en la caravana, aunque primero pasó el Rey a Gron. Este último estaba -al parecer- extasiado por la incredibilidad de la mina y comenzó a moverse de un lado a otro en el puente. Lamentablemente, la seguridad que el puente tenía a sus lados cesó y Gron cayó al vacío. Por la impresión, todos -o casi todos- los enanos fueron a ver el estado de Gron desde el puente, debilitándolo por completo. El herido agarró una cuerda que Lurious le lanzó desde allí y lo lograron subir. El único que quedaba del otro lado del puente era yo. Los demás ya habían pasado. Fue entonces cuando agarrándome del cinturón comencé a caminar lentamente por el puente. Sin embargo, cuando ya iba en la mitad de este, las cadenas que sostenían el puente cesaron y éste comenzó a caer. Pensando en si correr o caminar más lento, ví como iba desplomándose el paso entre la vida y la muerte y elegí la primera opción. Salí corriendo hacia donde ya habían pasado los demás enanos y viéndome ya caído, salté con todas mis fuerzas, alcanzando a sostenerme del asfalto en el que ellos estaban parados. El Rey Carlo y Maese Tormenta me tendieron la mano y logré levantarme de ese apuro.
Logramos pasar, sí, mas sin embargo Gron se había partido la pierna. Teníamos que llevarlo en camilla. Bajamos por el camino hasta la laguna debajo del puente y con ayuda de todos, esencialmente de Celeste, la carpintera, logramos entablillar la pierna del herido y desarrollar una improvisada camilla, la cual llevábamos al final de la caravana el Maese Idrin y yo.
Pasado un rato, un hecho no esperado sacudió nuestos cansados ojos. Encontramos una indiferente campaña instalada en medio de las bestias. Llevaban banderas rojas, aunque nadie habitaba el lugar. Allí agarramos fuerzas, comimos un poco de lo que llevábamos en las mochilas y seguimos en el viaje.
Debíamos seguir y cada vez por el camino encontrábamos más maravillas. Aunque nadie lo ha dicho, en nuestros corazones sabemos que esta mina debe tener mucha más historia que la que hemos calculado. Encontramos un gran hueco donde un brillo de esperanza irradiaba nuestros ojos. Estábamos cansados todos de luchar, de llevar las mochilas, de llevar a Gron, de seguir caminando. Era un momento tenso, todos nos encontrábamos estresados. No había forma de regresar, el puente había caído. No sabíamos si habría una salida. Cada uno de nosotros decía frases alegóricas como «Si esto es tan grande, debe haber otra entrada», o una más común como «Estamos cerca a la salida», sin embargo, dentro de todos estaba el insípido pensamiento de que estábamos atrapados, de que moriríamos aquí, hasta que nos comeríamos entre nosotros mismos.
En una pila de rocas encontramos una alternativa de poder vivir, un tenue brillo de esperanza, del madrugador sol. Una luz que cualquier otro enano diría que fue enviada por la mismísima Maphr. Sabíamos que había allí una salida. Fue entonces cuando dejamos todo a un lado y comenzamos a escarbar y escarbar, a dejar caer piedras y hacer del hueco de donde entraba el brillo un poco más grande. Horas más tarde, podíamos salir a la luz y sentir nuevamente el viento, el abrazador sol. No sabíamos donde estábamos, pero algo sí sabemos: Hay que investigar más.
Esta vez estaba al norte de Brigantia. Me encontraba justo al lado de mi compañero Bolter, con el que he compartido muchísimas experiencias. Asustado por escuchar pasos de una persona en una mina privada, me dí media vuelta sosteniendo la pica con ambas manos y fue mi sorpresa cuando ví un mensajero de Nueva Brigantia mirándome. Sin dudarlo dos veces solté la pica y recibí el mensaje. Estaba el sello real del Reino y una letra excelentemente cuidada, pidiéndome ir bien vestido a la fortaleza. Me despedí de Bolter y caminé hasta la ciudad.
Allí, en mi casa, me coloqué con rapidez mi pesada armadura aunque cuidándome de que todo quedara en orden. Al tenerla toda puesta, me miré al espejo y perfeccioné los detalles insignificantes que sólo uno mismo ve. Allí agarré mi Valkyrie del mesón y me lo coloqué en la cabeza cuidando de no despeinarme. Fue entonces cuando me ví memorable para encontrarme con el Rey Carlo. Monté en la Máquina, la encendí y me dirigí a la fortaleza.
Al llegar allí, como es costumbre, los guardias me abrieron la puerta y uno de ellos me ayudó a bajar de la Máquina y me señaló el lugar donde el Rey me esperaba. En mi interior habían nervios, pensamientos extraños que iban cruzándose unos a otros: No reaccionaba. Comencé a caminar hasta allí. El Rey Carlo se encontraba mirando un golem con una antocha, seguramente un adorno, por lo que decidí comenzar la conversación elogiando aquel adorno. Fue entonces cuando me afirmó que hace rato venía viendo mis actuaciones en las salidas grupales de la realeza, de mi solidaridad y compromiso con cada uno de los miembros. Me sentí en las nubes y como si hubiera resbalado, aterricé nuevamente en mi mundo cuando me pidió ser el líder de la Guardia Real. Me aseguró que los papeles que me legitimarían como tal llegarían a más tardar el día siguiente y que me considerara un Karak’a ril, que en lengua normal es «Resistencia de Piedra».
Justo cuando me nombró así, Maese Tormenta, quien estaba a mi cargo todo este tiempo encomió mi persona diciendo que haría falta en la armada y que me deseaba suerte estando ahora sirviéndole al mismísimo Guardián del Pueblo, Rey de las Montañas, de Brigantia y de los Enanos: Me encontraba sirviéndole al Rey Carlo.
Y allí, caminando por los fríos y pantanosos ríos del norte de Brigantia, escuché los gemidos de un animal, de un apaleado lobo que tenía destrozado el cuerpo. Fue una bestia mitad humano mitad lobo, un engendro que llevaba consigo un palo de hierro seguramente robado de las abandonadas minas enanas. Fue entonces cuando ví como le golpeaba la cara al lobo y lo dejaba caer al río, donde un árbol caído lo enmarañó en sus ramas. La compasión invadió mi cuerpo y sin pensarlo dos veces, descolgué tanto escudo como mazo y me batí en duelo al hombre lobo.
Sus piernas, largas y estiradas le daban un ajuste perfecto de agilidad y yo, que no me destaco por lo rápido sino por lo resistente, cada vez me debilitaba al lanzarle un mazaso. También la bestia me tiraba golpes con el palo, sin embargo era fácil esquivarlos con un escudo tan grande como mi pecho y una armadura tan impenetrable como el orgullo de una enana.
Contaba ya cinco minutos y yo nada que le podía arrebatar la vida a la bestia. Mientras tanto, aquel lobo estaba ahogándose con las ramas. No podría respirar y un filo le iba cortando lentamente el ojo. Yo, bastante asustado ya por ver que sería en vano mi intento por salvar al animal, me dispuse a ser más frentero ante el hombre lobo y logrando ver un fallo en su defensa, envié con todas mis fuerzas el mazo hacia una de sus piernas. Ésta no duró en cesar y la rodilla de ese engendro quedó fracturada.
La bestia estaba aullando de dolor y por compasión le golpee nuevamente el cráneo, éste partiéndose en varios pedazos. La muerte fue instantánea. Tras eso, dejé que mis manos descansaran en mis rodillas para segundos después, recordar el animal que lentamente moría. Me dí media vuelta y colgué tanto mazo como escudo en la espalda. Salí corriendo hacia el árbol caído en el río y me adentré en el río.
El lobo ya no podía respirar, el río estaba crecido por las lluvias de los anteriores días.. Y mi altura no me ayudaba. Fue entonces cuando comencé a moverme por las ramas del árbol. Los gemidos eran más débiles, veía la muerte en ese animal. Al cabo de unos minutos, llegué a donde éste estaba y pensando más con el puño que con el cerebro, partí con mis propias manos la rama que lo estaba ahorcando. Claro, el animal pudo volver a respirar, pero sin esa rama el lobo no podía sostenerse de nada y el río se lo llevó. No tuve tiempo de llevar mi mano a la cara por mi error cuando me solté del árbol y comencé a dejarme llevar por el río al rescate del animal.
Fue entonces cuando sentí un fuertísimo golpe en la canilla. El río me llevó a una zona no profunda, logré pararme y correr y correr. Por suerte mía, el lobo tuvo mi misma suerte y su cuerpo descansaba casi a las orillas del río. No se escuchaba sonido de él, ni respirar ni gemir. Pensé lo peor. Rápidamente pasé el río, me quité mi armadura y con una túnica algo desgreñada lo sequé lo más rápido que pude. El animal volvió a jadear y fue el momento apropiado para alzarlo. Con mis manos lo llevé hasta La Máquina, lo subí al lado del motor, en un lugar donde hace calor -pero obviamente no tanto para quemarlo- y encendí el vehículo. Tras eso, lo propulsé a mayor velocidad hasta Brigantia, donde pude llevarlo a una enfermería donde sería salvado.
Por extrañas circunstancias -según dijo la enfermera- el lobo no perdió el ojo, sino que estaba lastimado y se iría recuperando a través del tiempo, sin embargo estaba muy herido y si se le dejaba nuevamente a la suerte de la naturaleza, lo más probable es que todo ese esfuerzo hubiera sido en vano. Por eso mismo tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre: Lo he tomado para mí. No debí dudarlo dos veces para llevarlo hasta Nueva Brigantia, donde expertos en los animales me ayudaron a cuidarlo hasta su recuperación y luego lentamente yo iría fortaleciéndolo.
Su nombre es Gordrimm, el cual en antigua lengua enana significa «Salvado de las aguas«.
Escrito desde el 12 de Septiembre de 2011 hasta el 10 de Octubre de 2011.